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ña a E poo $ - Ln A A Sc IR ia — 112— dormidos. Lo que les gusta no les cansa, lo que no les gus- ta les aburre y lo dejan y se quedan ociosos, como seres inútiles. Pues bien, a todos ésos y a otros muchos más hay que decirles. «Ea, a trabajar; nadie debe ser inútil en este mundo; niños, a estudiar, a hacer algo de provecho para vosotos o para los demás, para este mundo o para el otro». ¿Sabéis cuál es el niño que más se divierte en el jue- go en las horas de recreo?.. Pues aquel que va a él, des- pués de haber cumplido su obligación, de haber hecho su tarea escolar o la que sus padres, mayores o superiores le señalaron. Ese niño salta, se ríe, se devierte sin empa- cho ninguno, porque sabe que está descansando, bendeci- do por Dios y por sus padres; pero el flojo y negligente que huye de su deber, y quiere descansar siempre, no descansa jamás, porque siempre está bajo la amenaza del castigo merecido. Como aquellos que dejan el estudio, la oración, el cumplir su deber para última hora, llevan siem- pre encima la pesadilla de lo que les obliga y llega la noche y sise ponen a hacerlo, lo hacen mal, o se quedan dormi- dos y no lo hacen.¿ Conoceis muchos niños de éstos? Pues los hay y muchísimos. Por eso Dios N. Señor bendice el trabajo y el descan- so de unos y no acepta el trabajo tardío y mal ejecutado de los otros. Ya habeis oido cómo el Padre de familias pagó a cada uno de aquellos operarios que llamó por la mañana, el salario al dejar el trabajo por la tarde, no en proporción del tiempo que habían estado en el campo, si- no según su tarea y lo convenido en justicia con su Se- ñor. Dios paga lo que por El hacemos, el cumplimiento de lo que nos manda, según la voluntad con que lo hacemos. El conoce muy bien a cada uno, sabe lo que puede y lo que debe; observa el gusto o disgusto con que procede- mos; oye perfectamente los rezongos, las quejas de los
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