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Explicación para los niños Los niños están siempre en movimiento, de tal mane- ra que o estudian o trabajan o saltan y juegan. Cuando vemos un niño ocioso, callado, inactivo, recelamos de su bondad o de su salud y decimos: «Este chico está enfermo del alma o del cuerpo». Es verdad siempre que la ociosi- dad es madre de los vicios o los supone ya contraidos. Ociosos estaban aquellos hombres en la plaza donde los encontró el Padre de familias de quien nos habla hoy el santo Evangelio, y por eso los reprendió, mandándoles a su campo a trabajar por un salario convenido. «¿Porqué estais aquí todo el día ociosos.» Reproche muy merecido y que podría dirigirse a muchos que nosotros conocemos. Levántanse por la mañana y no saben qué hacer de las veinte y cuatro horas del día. Les ocurre todo menos tra- bajar. Tienen miedo al trabajo ordenado y útil como si fue- ra una maldición. Otros comienzan a moverse y agitarse en cosas inútiles o perjudiciales sin querer hacer lo que les mandan, y son incansables en lo que a ellos les ocurre o les dicta su capricho; pero en lo que deben hacer, son ociosos. Encontraréis niños que correny saltan todo el día por calles y plazas, pero si su madre les envía a practicar una diligencia, parecen atacados de parálisis y se cansan a los pocos pasos. Niños que son capaces de leerse tres o cuatro libros de cuentos; niñas que leen novelas de noche sin fatigarse, aunque sea dañándose los ojos, pero que, para leer la lección de historia o de otro cualquier libro del colegio, les lloran los ojos o se les cierran y se quedan
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