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ae Y, como Dios quiere que se trabaje, no mide el tiempo ni la cantidad. El amor tiende siempre y en todo a lo sumo, He aquí por que se ve entre los servidores de Dios algunos que, llegados a la hora de Nona, quizá a la caída de la tarde, al recibir el salario, son tanto y más retribuídos que otros que llegaron a Prima, y que al parecer sirvieron desde la niñez. Es que éstos, con- tentos y confiados en haber llegado los primeros y no haberse salido del campo del padre de familias jamás, quedáronse remisos y ociosos tales cuales fueron en- contrados al ser llamados, sin adelantar en la obra de su perfeccionamiento, ni en el cumplimiento de los debe- res del estado a que fueron llamados. Son los huelguis- tas o los de brazos caídos o los partidarios del sabota- ge, que no hacen lo que deben o lo hacen de mala ma- nera, para pasar el tiempo. Dios mira al interior, pre- mia la voluntad sincera y leal de los suyos. Y por éso, el tiempo, en flojos y remisos y de voluntad pe- rezosa y mala, en vez de ser una razón de premio, es un capítulo de culpas por las gracias sin cuento desapro- vechadas y el más claro conocimiento del deber que debe suponerse en quien, desde su infancia o desde su juventud, se ha jactado de ser buen cristiano. Piense, pues, cada uno de nosotros no sólo en la hora en que entró a trabajar en la heredad del Señor, llamado por El, sino en el modo como ha correspondi- do al llamamiento. Es ridículo vivir con la ilusión de que seremos preferidos por el solo hecho de haber na- cido en país cristiano, de haber sido educados por pa- dres cristianos y no haber apostatado de la fe que pro- fesamos en el Bautismo. Si no trabajamos con verda-

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