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P. BIENVENIDO DE ESTELLA crédulo, sé.cort6 la yema de un dedo, y, ealla- dito, se fué a la cocina, cocié un poco de lim- piaplata y se la puso en la herida. Llegé la no- che y se acosté con su dedo envuelto en la lim- piaplata que la humedecio al acostarse con esa misma agua. Amanecié el dia y su herida es. taba completamente cicatrizada. —Ahora creo —me dice— en tus yerbas. - —Tomas té habias de llamar, por ser ‘ineré- dulo y por s6lo creer al palpar, en tu Caer gt las virtudes de las yerbas. -—No te enojes ... ; Tomas, el discipulo que era santo y yo no, me ensefié a no creer sin ver ni palpar. —Pero no lo alabé Dios por su incredulidad ni se le llamaba santo cuando era incrédulo. —En fin, ahora creo...,creo.... . Paso por alto otros casos, por no hacerme latoso. Cancer operado y renovado La paciente era una sefiora de edad avanzada, profesora de oficio; y como no estaba atin jubi- lada, se sintid molesta, para hallar tiempo en el cumplimiento de su oficio. Me llamo a su casa.y accedi a su llamado por

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