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e me H ] y o y y Fl i LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS PRUEBAN 90 SU DIVINIDAD Golpes de luz Y mientras lo absurdo, lo imprevisto para la humana razón triunfa para arrebatar la vida a Jesús, Jesús se inmola amorosamente, y demues- tra con cuánta voluntad y dignidad, propias de Dios, va a morir. Al infame discípulo que le ven- de, acéptale el beso traidor, y le dice: «Amigo ¿a qué has venido. ..?» A los soldados que lo pren- den les impone dulcemente su autoridad dicién- doles: «Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos». Sí- guenle unas piadosas mujeres llorando, y vol- viéndose a ellas, les dice: «No lloréis por mí; llo- rad más bien por vosotras y por vuestras hijos Un osado sirviente de Anás le da terrible bofeta- da, y Jesús mansamente le reprende: «Si hablé mal, dime en qué; pero si bien, ¿por qué me hie- res?» Y cuando Pilatos, asombrado y hondamen- te conmovido de la majestad y silencio de aquel extraño reo, le pregunta si es Rey, res- ponde sin vacilar: «Tu dices que lo soy: mi reino no es de este mundo. Yo he venido a dar tes- timonio de la verdad». Jesús está ya clavado en el patíbulo, y en su lacerado corazón halla dulzura y perdones pa- ra el ladrón que lo confiesa por Dios; ex- presa confianza santa en el Padre; habla a su divina Madre que agoniza al pie de la cruz, enco- mendándole el cuidado de los hombres por quie- nes muere; implora misericordia por sus ver- dugos, y, finalmente, dando un grito totalmente

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