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LA HORA DEL MAL ae 87 S rable del Redentor del mundo toma relieves que pasman cuando las profecías anuncian su Pasión dolorosa y humillante. Desde la inicua conjura- ción de todos los poderes de la tierra, cantada por David: «Quare fremuerunt gentes Astiterunt Reges terrae, et principes convenerunt in unum pasando por la villana traición de Judas, y los falsos testimonios alegados para colorear de justa la sentencia; el silencio admirable del acusado que fué llevado al suplicio como cordero al ma- tadero, sin balar; sus azotes, la corona de es- pinas, las burlas sangrientas de los sayones, su muerte de eruz «<foderunt manus meas et pedes meos”... en fin, las dulcísimas palabras con que Jesús pidió perdón al Padre por sus verdugus, y el supremo grito de angustia ante el desamparo en que se vió sumido: « Deus meus, Deus meus, qua- re me dereliquisti>, y aun los extremos de terror y espanto que experimentó el mundo material en la muerte de Jesucristo: todo, todo estaba es- crito, anunciado, contado como un poema trágico que no pertenecería a sólo un pueblo sino al mun- do entero, ni sería de un tiempo, sino.que se des- tinaba a lo pasado y a lo porvenir. Y Jesús, en- vuelto en la mayor ignominia y aparente fracaso de su vida y de su misión y de su doctrina, le da cumplimiento, haciéndose como el eje de la his- toria del linaje de Adán, y lanza al morir aquel grito triunfal que afirma definitivamente las pruebas de su divinidad: «Consumatum est». Se ha cumplido en El cuanto estaba escrito. * * *

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