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Qu LA HORA DEL MAL 8 había invitado a sus enemigos para que le argu- yesen de algún pecado, y ninguno lo hizo; su pro- bada inocencia los hizo enmudecer. El encargado de la justicia legal lo declaró solemnemente exen- to de todo delito, pero, el mismo juez, por cobardía y por interés bastardo, lo condenó a morir y... a morir va el Hijo del hombre por sostener gallar- damente su afirmación de que es Hijo de Dios. De ahí el odio y la saña y la rabia infernal de todos sus acusadores y verdugos. Ellos le oyeron decir que moriría en el momento elegido por El y no por ellos, y esta es su hora; la hora que, como Dios, les concede para que sacien en El su furor satánico. La hora del mal Desde los primeros días de su vida pública, los fariseos, los sacerdotes y los príncipes del pueblo, envidiosos de su reputación, de su elocuencia excelsa y de su prodigioso poder, se conjuraron para perderlo. Expiaron sus palabras; examinaron sus milagros; intentaron prenderlo, precipitarlo, quitarlo de su camino; pero Jesús penetra sus pensamientos íntimos, responde a sus preguntas capciosas, burla sus asechanzas, los confunde; pasa victorioso por entre la chusma pagada para atropellarlo y apedrearlo y matarlo, y les previene que a El «nadie le arrebata la vida, sino que El la dárá cuando quiera». Y llegada la hora, pónese

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