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e AS AIN o Ti AOS A A IR LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS PRUEBAN 34 SU DIVINIDAD blas, como las milagrosas de la tarde de la Pasión, proyecta luz poderosa que ilumina el crimen de todos los siglos, del que huyó avergonzado el sol; y en ese cuadro obscuro hemos de leer siempre la heroica respuesta de Pedro: «Tu es Christus Filius Dei vivi». Hosanna y Crucifige Tres años después que el Bautista hizo oir en el desierto el anuncio de la llegada del Mesías, en la víspera de la gran Pascua de los judíos, tres cruces toscas y pesadas, seguidas de soldados, sayones y numeroso público, dirigíanse por el ca- mino de una colina cercana a la ciudad santa. Dos famosos criminales van a acompañar en la infamante muerte de cruz a un hombre célebre, que tuvo suspensos de admiración a todos sus compatriotas y alarmó a los gobernantes usur- padores y a los falsos israelitas. Cinco días antes, nada más, había sido objeto de una apoteosis po- pular tan grandiosa como espontánea, en la que todos le aclamaron Rey y Enviado de Dios. Era Jesús, el Doctor admirable, de quien se dijo «que nadie jamás había hablado como El»; era el Taumaturgo a quien obedecieron rendidas todas las fuerzas de la naturaleza; era el Profeta que lloró las futuras desgracias de su pueblo. ¿Qué crimen había cometido. ..? Ninguno. No hacía mucho tiempo que El, con autoridad soberana, o
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