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76 _ XA VÍCTIMA HABLA A LOS REDIMIDOS avasalladora... ¿qué tormento podrá parecer- nos excesivo? Ante la cruz» del Redentor y su tremenda reparación ¿quién querrá reservarse un instante de esta corta vida sin ofrendarlo en la misma ara santa y satisfacer tan grande deuda de justicia y de gratitud...? EN TUS MANOS, SEÑOR, ENCOMIENDO MI ESPÍRITU Séptima palabra Anticipándose el divino Maestro a la prueba decisiva que nos había de dar amándonos hasta la muerte en Cruz, había dicho en su Evangelio que «nadie ama tanto como el que da la vida por sus amigos». El se ha mostrado, pues, sincero amante; El se ha ofrecido generosamente al su- plicio y a Ja muerte; al consumar su sacrificio, plácidamente habla con su amado Padre, y le dice: «En tus manos entrego mi espíritu». Había permitido a sus verdugos maltratarlo sin piedad; los tormentos de su Pasión debieran haberle arre- batado violentamente la vida; fué un prodigio cómo aquel Hombre desangrado pudo llegar al Calvario y vivir todavía tres horas colgado de dos leños. Pero, como era dueño absoluto de la vida y de la muerte, quiso vencerla con soberanía admirable y darse lugar para enseñar al mundo el modo de padecer y morir con grandeza y pro-
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