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=] o LA VÍCTIMA HABLA A LOS REDIMIDOS «TENGO SED> Quinta palabra Si hemos probado lo que son dolores físicos inten- sos, daremos en la cuenta, sin esfuerzo, que doce horas de tormentos con derramamiento de sangre y casi tres horas de espantosa agonía, colgado de tres clavos en un madero, debieron producir en el buen Jesús tal sequedad en sus fauces y un agotamiento tan absoluto, que su sed hubo de ser uno de los tormentos ocultos más horribles de su Pasión y Muerte. ¿Por qué no lo manifestó sino en el momento de su mayor angustia, cuando paladeaba la hiel amarguísima del abandono de su eterno Padre...? ¡¡Oh!! es que ese cruel abandono señalaba el momento culminante de su padecer; el dolor del alma seca las fauces más que el dolor físico, y Jesús estaba más lacerado y atormentado en su espíritu que en su adorable cuerpo. La apretura pues, de sed, sed tremenda que le hace pronunciar aquella dulcísima queja: «Tengo sed», no era precisamente la de su boca; el refri- gerio miserable que sus verdugos le ofrecieron al clavarlo en la eruz fué por El rechazado. No quiso beber; ni quiso exprimir con sus labios amorata- dos ya y resquebrajados, la esponja que en la punta de una lanza acercaron a ellos cuando se quejó de sed. Una sed misteriosa afligía hondamente a Jesu-
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