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CUARTA PALABRA 69 «Dios mío! Dios mío...! ¿POR QUÉ ME HAS DE- SAMPARADO...?” Cuarta palabra Uno de los medios más eficaces que Dios Nuestro Señor tiene para probar la fe y el amor de los suyos, es dejarlos sumidos en la obscuridad del dolor, haciéndose, al parecer, sordo a sus cla- mores y desamparándolos aparentemente en los momentos de la tribulación. Tan sólo aquellos que de veras aman a Dios son capaces de sobrellevar este horroroso tor- mento, y los mejores entre los amigos han pasa- do por esta prueba dicisiva. Jesús quiso experi- mentar en sí mismo toda su amargura. En el huerto de los olivos su bendita alma sintió la vergilenza y la humillación de los pecados que lo cubrían totalmente, como con un andrajo vil que tomara prestado de sus hermanos los pródi- eos del cielo, que lo eran todos los hombres; el sonrojo, el pudor, hicieron entonces invasión en su purísimo espíritu viéndose ante su Eterno Pa- dre fiador y responsable de innumerables iniqui- dades y... sudó sangre, sangre preciosa que co- rrió por la tierra como testimonio del horror que le causaba el pecado. El Padre acudió allí a confortarlo amorosamente por medio de un ángel, y Jesús recobró valor para andar el camino del Calvario ataviado con nuestros andrajos, mil veces más humillantes

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