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e 64 LA VÍCTIMA HABLA A LOS REDIMIDOS que hacían matando al Justo e insultándolo, y comenzó a ver claro el pensamiento de Dios sobre aquel Hombre tan maltratado: quizá se comparó un momento con El y vió el abismo de crímenes que lo separaba de aquella alma purísima, mani- festada en la sublime oración que escuchaba, y despertó poderoso el remordimiento; vino el triunfo de la gracia y la reacción del espíritu; apoderóse de él el dolor que santifica; olvidóse de sí mismo; púsose a predicar en favor de Jesús; reprendió al vil Gestas que continuaba blasfe- mando; humillóse por fin ante el crucificado, y le pidió, en un arranque de fe y de amor, que se acordara de él cuando entrase en su reino. Aquí aparece un ladrón convertido en apóstol de Cristo; un facineroso en el suplicio, convertido en mártir de la Fe... Ved cómo transforma el dolor las almas que saben recibirlo y elevarse a las razones que Dios tiene para afligirnos, o permitir que nos aflijan. La humana justicia intentó cas- tigar al bandido; como tal subió a la cruz poseído de despecho; pero la Justicia de Dios lo clavó en el madero como al hijo rebelde que huye de su Padre, atajándole los pasos para impedir que se pierda sin remedio; y allí clavado lo alcanzó la fuente purificadora abierta en las llagas de Jesús; su sangre divina lo redimió el primero. Hoy estarás conmigo en el Paraíso, dícele Je- al decírselo, lo declara santo y perfecto amigo de Dios. Fijémonos, para mayor prueba, en la dureza satánica del ladrón crucificado a la izquierda; no 4 sus; y

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