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SEGUNDA PALABRA 63 «HoY ESTARÁS CONMIGO EN EL Paraíso Segunda palabra Antes de que Jesús sellase con su muerte la lección dada en las palabras anteriores, quiso manifestarnos prácticamente la maravillosa efi- cacia del dolor cuando sabe elevarse a la región de lo divino. No es ahora el suplicio de la Víctima inocente, es el suplicio ejecutado en un culpable el que ejerce aquella eficacia transformadora que diviniza al paciente, hasta hacer de un facineroso condenado por sus crímenes, un justo digno de vivir en el reino de Dios entre los ángeles. El ladrón crucificado a la mano derecha del Redentor del mundo, expiaba crímenes horrendos por los que la humana justicia lo juzgó indigno de la vida. Con ese miserable condenado a muer- te, habían subido a la cruz sus pasiones desenfre- nadas y su corazón endurecido en el mal: el Orgu- llo, la envidia, la codicia, la sensualidad, lo habían precipitado en el abismo de todos los delitos que los hombres castigan, y de otros muchos a quienes no alcanza la humana sanción. Según se deduce del Evangelio, Dimas, lo mismo que Gestas, blas- femaba contra Jesús puesto en medio de los dos; pero llegó el momento de la gracia de Dios; cuan- do el divino ajusticiado pidió perdón por sus ver- dugos, esta oración cayó como rocío divino sobre la conciencia del buen ladrón, que se sintió com- prendido entre los desgraciados que no sabían lo

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