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62 LA VÍCTIMA HABLA A LOS REDIMIDOS triunfa es la justicia, el bien, la justificación del hombre pecador, la rehabilitación del linaje hu- mano caído. ¡¡¡Qué grande y qué sublime aparece aquí Jesús!!! Ved cómo se eleva sobre todo lo hu- mano, y contempla en su muerte el plan de Dios, y cierra los ojos a la malicia de los verdugos. ¿No podríamos también nosotros perdonar así a nuestros prójimos y hallar en sus odiosas injus- ticias una justicia decisiva y trascendental...? Atenerse al juicio de Dios y a su designio pa- ternal; amar a quien nos persigue, porque de su persecución se sirve Dios para purificarnos; be- sar la impía mano que nos golpea, viendo en ella la mano de Dios que nos perdona y absuelve; no oir la palabra que nos maldice, por escuchar en ella la voz de Dios que nos prueba; levantarnos, en una palabra, sobre la tribulación que nos vie- ne de los hombres y adorar la Voluntad divina que ellos no advierten cuando nos apalean ciegamente, y entonces perdonar, amar, y orar en favor de los verdugos: he aquí lo sublime del dolor cristiano tal cual lo enseña Jesús en su pri- mera y dulcísima palabra desde la Cruz. No nos esforcemos demasiado en indagar las razones que los otros tienen o no tienen para mo- lestarnos; están quizá ciegos, nos desconocen, no nos dan lo que merecemos; pero... Dios que lo ve; Dios que todo lo sabe y lo gobierna, nos co- noce. Consolémonos así de la amarga ignorancia de los que nos rodean cuando padecemos, y olvi- démoslo todo menos a Dios.

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