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SANCIONES DIVINAS 55 profeta no supo compararlo sino con un leproso, y de sí mismo había dicho Jesús que sería tritu- rado como uva en el lagar y pisado sin tiento, como despreciable gusano. Jesús, fruto virginal de Ma- ría, equilibrado como ningún hombre en su ser físico, de complexión exquisita, era por lo mismo en extremo sensible al dolor, y éste penetró su yarne delicadísima hasta dejarla desgarrada, y todos sus huesos en estado de poderse contar. Jesús sobrellevó, ruborizado, la desnudez total a que le sometieron los verdugos, mientras lo in- sultaban con groseras chanzonetas de cuartel. La sangre de sus venas fué derramada a fuerza de brutales puñetes y palmadas, bruscos mo- jicones, compresión bestial de sogas y ataduras; con los azotes incontables, con las espinas, con los clavos y con la lanza. Quedó su cuerpo hecho jirones, sin figura humana, denegrido, magullado. El buscó con ansia divina el dolor, llevado del celo por la gloria de su Padre y por el amor de los hombres; quiso los tormentos sin tasa y sin me- dida; no lo castigaron otros, se castigó a sí mismo y lo hizo sin tiento; se le pasó la mano. Nos ama- ba demasiado para decir basta antes de la muer- te; agotóse antes la potencia de su cuerpo para el dolor, que la sed de su alma para expiar. Tan honda fué en Jesús la sensación del mal, y allí donde abundó el pecado superabundó la gracia y el perdón, porque la penitencia fué infinita.
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