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SANCIONES DIVINAS 53 Sanciones divinas : Así experimentó Jesús las enfermedades mora- les que no podían producirse en él, pero con las cuales cargó por nuestro amor. Habiéndose cu- bierto de nuestras propias llagas, era lógico que sintiera en sí todas los dolores y angustias mere- cidas en justicia por nosotros. Al mal de culpa se le debe el mal de pena. «Dolores nostros Ipse portavit> : sí, soportó todos nuestros dolores, pero elevados a su más alto grado. Pensemos detenidamente si hay algún afecto en el humano corazón; alguna potencia en el al- ma o sentido en el cuerpo que en Jesús no fuera asiento de dolores acerbos. En su benditísima al- ma padeció el más horrible desconsuelo; en Get. semaní vióse cubierto por los pecados de todos los hombres; su conciencia divina lo declaró respon- sable de todas las iniquidades del mundo. San Pablo ha dicho esto con una frase intraducible: <pro nobis peccatum fecit»: se hizo por amor nuestro, como un pecado; sintió vergilenza de sí mismo; sudó sangre de pura congoja; pidió a Dios que, si era posible, lo dispensara de aquella humillación; tuvo miedo y pavor, dice el Evan- gelio, aquel Ser divino que puso miedo a legiones de demonios; que anduvo impertérrito sobre las olas del mar; que impuso su autoridad a la tem- pestad deshecha; que mil veces dominó el albo- roto del pueblo y la furia de sus enemigos, pa- sando en calma por en medio de ellos, armados de piedras y de rabia.

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