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ESTALLIDO DE LAS PASIONES 51 impetuosamente ante el tribunal donde se venti- laba la vida o la muerte de Jesús, cuando fué éste puesto en parangón con Barrabás, cuando este de- salmado facineroso fué absuelto por el populacho, y el odio, y la saña y la rabia subía como ola de inmundo cieno hasta el balcón del juez, Pilatos se espantó de aquel furor satánico contra un acu- sado, cuya mansedumbre y maravilloso silencio desmentían de todo punto las calumnias y men- tiras, en virtud de las cuales se pedía su muerte. Quedó, sí, Jesús humillado, deshonrado y con- denado, demostrando con lo heroico del remedio lo extraordinario de nuestro mal. Nosotros que lo pensamos, que lo reconocemos, aprovechemos tan dura lección y veamos los abismos a donde pueden conducirnos los instintos y aviesas pa- siones, tan acariciadas a veces, cuyas ordinarias exigencias aceptamos temerariamente. Cuan- do sintamos rugir en nuestro interior aquellas voces infames que pidieron y obtuvieron la muer- te de Jesús, levantémonos a sofocarlas vigorosa- mente; rompamos esos lazos de secreta simpatía con aquellas almas negras que se desfogaron gri- tando el «erucifige»; tomemos luego represalias de amor a Jesuscristo, y en vez de su muerte im- pongamos su vida a nuestro corazón y a nuestro ser entero. Esta es la más poderosa y la más cris- tiana razón para justificar la mortificación de la carne y la abnegación: ahogar con nuestras voces y con nuestras obras la gritería infame del Pretorio.

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