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7 EL DOLOR SUBLIMA AL HOMBRE Y LO SANTIFICA 41 que sacrifica éste entre crueles torturas y an- gustias horrorosas antes que entregar su alma. Son las vírgenes, que se inmolan en vida para cuanto es carne y sangre, acometiendo briosa- mente por Dios la empresa de espiritualizar la tosca materia donde fermenta la lujuria. «La virginidad es un holocausto ofrecido a Cristo», di- ce S. Jerónimo; son los penitentes que, enarde- cidos contra su cuerpo por la guerra que hace a su espíritu, y ansiosos de vengar en él las ofensas que por complacerlo hicieran al Señor, lo casti- gan valerosamente, como quien aborrece un ene- migo insidioso, y se guarda de un vestido man- chado para no ensuciarse: <Odientes eam quae 'arnalis est maculatam tunicam>, según expre- sión del Apóstol Santiago en su carta canónica. A lo cual añade la gloriosa virgen Sta. Catalina de Sena: «El amor de Dios es causa naturalmente de odio al pecado; y como el alma ve que el ger- men del pecado está en los sentidos, los detesta: esfuérzase, no ya en destruirlos, sino en destruir el vicio que está en ellos; lo cual no se consigue sino con penitencias y maceraciones Sacrificio y Holocausto Para concluir con una consideración eminen- temente consoladora para cuantos sufren, y de- mostrar cuán fácil es llegar a la cumbre por el ca- mino de la cruz, recordemos aquella frase auto-
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