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30 EL DOLOR ES UN BIEN rran las palabras «el dolor es un bien», y por sos- tener con aparato científico y con tenacidad digna “y de mejor causa que es un mal, un mal que h que evitar a todo trance aunque sea necesario sa- crificar el orden moral y los intereses más sa- grados, asistimos hoy al rebajamiento sintomá- tico de los caracteres y de las almas. La nobilísima ciencia de la medicina, destinada a curar los do- lores y las enfermedades del cuerpo, tiende a pros- tituirse, pregonando que está en sus dominios la facultad de producir la «muerte piadosa» para evitar padecimientos incurables; que puede ata- jar el paso a la vida, cercenando el número de los que nacen, para evitar el dolor de las madres; que, en fin, lo primero y lo fundamental es evitar las penalidades físicas como un mal absoluto; ador- mecer el alma de los que padecen en ella propi- nándoles narcóticos que les hagan soñar bienandan- Zas, aunque esos narcóticos acarreen la muerte a largo plazo. Es esto el morboso sentimentalismo que invade la austera profesión del médico, pros- tituye el lustre de su noble oficio y profana el templo de sus sagradas responsabilidades, análo- gas a las del sacerdote. Por creer que los dolores son males absolutos, se ha montado el mundo moderno sobre la filo- sofía pagana del placer, y se ha creado la escuela que enseñe a evitar toda clase de penalidades, dando a la vida una finalidad bestial cifrada en la mayor suma posible de placeres sensuales. Se huye del hogar, del matrimonio y de las responsa- bilidades de la conciencia; se rechaza como un
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