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E CONCLUSIÓN 303 Ahora te confieso sinceramente que no hay mejor expresión, para manifestar la muerte de Jesús y el dolor de la Santa Madre, que el silen- cio: el mismo silencio que selló los labios de Ma- ría ante los despojos que dejó en sus brazos el Amor sacrificado. Hablando y escribiendo, llegamos a un pun- to en el que no puede hacerse sino repetir: re- petir siempre, como repite el amor, como repite el dolor! y adorar, adorar repitiendo aquellas pa- labras: «Así ha amado Dios al mundo»; así han llorado por el mundo los ojos preciosos donde se retrató la última mirada del Justo, los ojos de la PuRÍsIMA VIRGEN María. ds DEM JB AVE MARIA FIN. PI
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