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298 PENSAMIENTOS SUELTOS Maestro con cien libras de esencia. de nardo refi- nado; ella es rica; la Virgen es pobre, pero tiene dentro del pecho un manantial de lágrimas divi- nas y en él sumerge y baña a su adorado muer- to... ¡¡¡Ah, qué no daría ella por reanimarlo!!! ¡Qué ilusión tan dulce la suya cuando siente en su rostro y en sus manos el blando contacto de las manos, del rostro, del pecho de Jesús; están tibios, pero... es por el calor materno de su re- gazo, que se orea luego a las brisas de la tarde más triste que alumbró el crespúsculo en el calva- rio, y... Jesús quedaba frío... estaba muerto! El silencio era absoluto: los amigos del Maes- tro esperaban una señal de su Madre para sepul- tarlo piadosamente; la Reina de los mártires tiene aún sus preciosos ojos clavados en el azul obscuro del cielo, y en la luz vacilante de las es- trellas ve la mirada apacible de Dios Padre que recibe el holocausto; los dulcísimos ayes que ex- hala su garganta, arrullan suavemente a Jesús, dormido sobre sus rodillas, como cuando era ni- ño; rodando por sus mejillas caen, una a una, grue- sas lágrimas; se vierten silenciosas sobre el des- nudo y rasgado pecho de su Amado; se deslizan por entre las llagas, intérnanse hasta topar con el Corazón divino y depositar allí gérmenes de otra vida. Exprimidas como son del Corazón de María bajo el peso imponderable de infinita angustia, 28

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