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——— 292 PENSAMIENTOS SUELTOS llamaba regaladamente Jesús... Madre!! ¡Qué estremecimiento de respeto y de ternura debió de experimentar en su pecho cuando vió apoya- da sobre él la frente inmaculada de la Virgen, como prueba de que aceptaba el nombre que le había dado! Así descendió del calvario la Virgen guiada entre las sombras por el discípulo amado, por el primer hijo de sus tremendos dolores. «“ToMóLA ÉSTE POR SUYA, dice el Evangelio, DESDE AQUE- LLA HORA”: la llevó a su casa y, sintiéndose depo- sitario del tesoro más precioso que puede guar- dar un hombre, comenzó su oficio de hijo en aquella luctuosa noche, poblada de lúgubres y sangrientos fantasmas. Consolarla, amarla, con- servar su vida que ya desfallecía abrumada de do- lores, esa fué la dulce tarea del discípulo amado a quien se dijo: «He ahí a tu Madre». Manifestada en hora tan grave la voluntad de Jesús al dejarnos el cuidado de su divina Madre, cada uno ha de tomarlo para sí. A San Juan de- bemos las exquisitas atenciones prestadas a nues- tra querida Madre, haciéndola sentir materna- les ternuras que en algún modo supliesen las que experimentaba .con su Jesús. Le debemos las primeras lágrimas derramadas ante el incruento martirio y la soledad augusta de la Virgen. Le debemos el primer intento de ser para María lo

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