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DOLORES QUE REDIMEN 287 sin llegar nunca a la reparación del mal; pero, caídos los golpes de la divina justicia sobre el Hombre Dios cargado con todas nuestras iniqui- dades, quedamos rescatados. Entraba en los designios adorables del Señor que remedio tan costoso se aplicara a cada uno mediante su propia cooperación; deberíamos ha- cer cierta nuestra redención en los padecimien- tos personales; el cáliz que El bebió se aplicaría a nuestros labios, y su Cruz sería compartida por nosotros: así se elevarían los humanos dolores y tendrían virtud redentora. La revelación de este soberano intento hízose prácticamente al pie del santo madero. Con el sacrificio divino juntóse el dolor más puro y más grande de los dolores humanos: el dolor mater- no. ¿Qué otro dolor pudo darse que se acercara y asemejara a los dolores de Dios? El alma de la Virgen Madre recibió allí lágri- mas y sangre, palabras y miradas de agonía caídas del Corazón de Cristo; cuando el último alien- to de Jesús fué recogido en el pecho de María, como sobre un altar, Ella lo ofreció al Padre en- vuelto en su propia agonía y maternal tormento. Así el dolor humano fué por vez primera ofren- dado a Dios como un complemento del dolor di- vino. El dolor de la Madre incomparable trans- formóse en gozo santificador de sufrir por Jesús. * * e ¡¡Qué actitud tan sublime tomó entonces Ma- ría!! Todos nosotros fuimos declarados hijos

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