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284 PENSAMIENTOS SUELTOS se mantiene el contacto con la Cruz de Jesucris- to. El Divino Crucificado pudo más en el corazón de María que todas las agonías de Madre: el de la Reina de los mártires es invencible ante la tre- menda prueba, y su cuerpo delicadísimo se ha transformado en piedra roqueña, y no vacila en- vuelta en la inundación de tribulaciones que pa- recían sumergirla y ahogarla. María se sostiene mientras las amargas aguas pasan barriendo el Calvario, con el miedo o con el remordimiento de amigos, enemigos y curiosos. ¿Qué dolor puede ofrecérsenos a nosotros se- mejante al dolor de María? Si Ella lo soportó con invicta fortaleza junto a la Cruz de Jesús, ¿por qué no hemos de abrazarnos también a nues- tras aflicciones con firmeza y perseverancia se- mejantes a las de nuestra Madre? Junto a la Cruz hallaremos el máximun de obs- táculos y el último extremo de resistencia. En Jesús y María concurrían razones mil, muy hu- manas y al parecer atendibles, que aconseja- ban llevar a término la empresa por medios que menos repugna la naturaleza; pero ni el Hijo ni la Madre vacilaron un momento. Jesús no quiso bajar de la Cruz aunque se lo pedían sus verdugos y calumniadores, como argumento de que era lo que decía; prefirió más bien mostrarse Dios de amor a los que le amaban, que Omnipotente a la pretensión de los que le aborrecían: no bajó de la Cruz; allí murió de amor. María tampoco no se apartó del duro lecho del tormento de su Hijo, rehu- yendo las miradas altaneras del populacho que las-
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