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278 PENSAMIENTOS SUELTOS sangrienta de Cristo borró el pecado de la tierra, y basta mirarlo con los ojos de la fe para sentirse justificado y atraído hacia Dios. Es lo que hoy necesita el mundo: volver a Dios; volver a El por el dolor y la inmolación. Parece que las glorias cristianas de veinte siglos han he- cho olvidar que comenzaron en el Calvario. Los hombres miran al Tabor y olvidan el Calvario; Jesús quiere que nadie llegue a Dios sino por su Cruz y por su Muerte. He aquí que Cristo so- licita y lleva la atención de todos; clava su mi- rada de suprema angustia en el cielo, y nos invi- ta a ir por el mismo camino. Sigamos esa ruta; es segura; y advirtamos que al pie de la Cruz están dos puntos resplandecientes, como dos estrellas fijas que nos marcan las hue- llas del dolor y del sacrificio. Son los preciosos ojos de la Madre Dolorosa, que no pierde el me- nor accidente de la tremenda tragedia. Al reparar en los desfallecimientos de aquel santo cuerpo, herido, desangrado, lastimosamen- te desflorado, y notar la expresión de amargura infinita de aquel divino rostro, cuando vió a Je- sús morir en la Cruz, revelósele, con luz altísima, la belleza del alma redentora de su Hijo, que salía gimiendo con la cálida sangre derramada libe- ralmente por nuestros pecados. Ella fué la pri- mera en ver la divinidad de Jesús en su inmola- ción, y en adorarla en un pasmo de dolor indefi-

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