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272 PENSAMIENTOS SUELTOS del cielo, fueron, sin embargo de ello, dos glorio- sos ignorados en los momentos de la expiación y del sacrificio. Entre los suyos vivieron, y los su- yos no los conocieron; la nación judía, que espe- raba ansiosa la llegada de Cristo, cuya divina fi- sonomía guardaba esculpida en las páginas más brillantes de su Historia, lo repudió, avergonzada de su humildad; y obstinada en sus planes de do- minación terrena, lo entregó impíamente al po- pulacho como un enemigo de la patria, y a todo el peso del poder extranjero, como un revolvedor y enemigo del César. No hubo jamás entre los hombres ninguno más villanamente desconocido y humillado; ni la opi- nión del pueblo, ni el criterio de los sabios, ni el veredicto de la justicia cometieron nunca un error más estupendo: Dios, hecho hombre, fué tratado como el último de los hombres. Aceptando este hecho bochornoso, hemos de pensar amorosamente que estaba previsto y or- denado para nuestra salvación; que el descono- cimiento inconcebible de que fué víctima Jesús, es uno de los más firmes valores de nuestro res- ate. Los pobres pañales de Belén nublaron la vista de los que desdeñaron al hijo de la Virgen. En casa de Anás le vendaron los ojos para escar- necerlo más cómodamente; y, por fin, los ultrajes y las inmundas salivas de la soldadesca desfigu- raron del todo aquel rostro soberano que era la fisonomía de Dios. ¿Cómo conocerlo en tan ho- rrenda figura? ¡Ah, no lo echaron de ver ni siquiera los ciegos milagrosamente iluminados por su divino poder!!

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