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MEDIACIÓN UNIVERSAL 255 personal del Salvador; y si Cristo en cuanto hom- bre por excelencia y por conquista, es Señor de toda la tierra, y la salud del género humano está en sus manos, deberemos atribuir también a su Madre Santísima señorío análogo por ser su Ma- dre, y por haber cooperado a la conquista del mun- do con sus dolores al pie de la Cruz, y con la íntima y profunda compenetración con los proyectos amo- rosos de Dios sobre la vida de su común Hijo. Por esta razón la Iglesia Católica aclama a Ma- ría Reina, no sólo con preferencia de honor sobre los mártires, confesores, vírgenes, profetas, pa- triarcas y doctores, y aun sobre los mismos ánge- les, sino con un linaje de jurisdicción graciosa que Dios le ha encomendado en la Obra de la Reden- ción, correspondiente a la parte fundamental que en ella tuvo. La Liturgia sagrada, expresión del sentir de la tradición y de la fe de la Iglesia, aplica a la Virgen Santísima los grandes atributos que en las sagradas letras se consignan como propios de la Sabiduría eterna de Dios, que es el Verbo divino, por una analogía tan razonable como in- tentada por el Espíritu inspirador de la Biblia: «Sea tu herencia, le dice, en Israel, y ahonda las raíces de tu posesión en mis elegidos». En las cua- les palabras, como en otras mil semejantes, ad- judica a María intervención directa, real y Posi- tiva en la salvación de cada uno de los escogidos, y-en la vida y florescencia del pueblo de Dios, Israel, el pueblo cristiano, heredero de las prome- sas hechas a los Patriarcas de la antigua Ley. Esta intervención tiene expresión clásic:

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