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“UY EL DOLOR humana existe un delito que explica sus lágrimas y sus quebrantos del cuerpo y del alma. Hay un pecado que desvió nuestro ser del de Dios, y que, como carcoma metida en nuestros huesos, nos atormenta mientras vivimos. Y porque en el gé- nesis de esta vida de tribulaciones hay un peca- do y un castigo, confesamos que el hombre, a pe- sar de sus males, es redimible y que debe ser gran- de. Si lo que nosotros experimentamos como con- secuencia de la corrupción de nuestro primer pa- dre, dice Donoso Cortés, no fuera sino una des- gracia, heredada y agravada fatalmente por ge- neraciones de pecadores, que se suceden corrom- piéndose más, estaríamos condenados al más negro fatalismo, porque, no estando en nuestra mano quitar la causa, no podríamos evitar los efectos, puesto que la corrupción primera es un hecho consumado que influiría de un modo definitivo en nuestra actual desgracia sin remedio. Roto el vínculo de unión con Dios por el peca- do, roto quedaría para siempre, supuesto que Dios permanecería siendo la pureza y la santidad misma y nosotros seguiríamos siempre siendo la corrupción y la miseria: y ¿qué linaje de traba- zón ni de contacto siquiera puede haber entre el Ser necesariamente Santo y feliz, y los seres ne- cesariamente malos y desgraciados? No siendo posible la redención de nuestra culpa, ni la libera- ción de nuestros males sin la intervención divina, seríamos irredimibles e insanables. No nos aleanza- ría Dios ni con su bondad, ni con su justicia, ni con su misericordia: no con su bondad, porque

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