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ES VULGO Y ARISTOCRACIA 241 su amor, ¿tendrá por iguales ante su trono a los tibios, a los cobardes, a los interesados de que ha poco hablábamos, y a los esforzados servidores que, con voluntad firme y perseverante, con de- sinterés y con amor fervoroso, hicieron siempre lo mejor en su santo servicio sin reparar en dificul- tades ni medir los sacrificios, con tal de demos- trarle su lealtad y su amor? Tiene también Cristo su aristocracia: y aun pue- de decirse que esta es la verdadera y única dis- tinción que vale ante Dios: la aristocracia de las almas puras y santas. Oigamos si no el admirable Sermón de la Montaña, por medio del cual Jesu- cristo promulgó el código del honor cristiano, y ofreció a todos un título de nobleza en su Reino. No se trata ya del cumplimiento de los manda- mientos, sin el cual nadie se salva, sino que se trata de la perfección, de la distinción entre el vulgo de los cristianos y los mejores. No se habla allí de privilegios de sangre, ni de dinero, ni de ciencia, ni de fuerza; cabalmente el Cristianismo es la más excelsa de las democracias, porque siem- pre intenta la exaltación de los mejores, aunque sean, ante el mundo, plebeyos. «Bienaventurados, dice Jesús, los pobres de es- píritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bie- naventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos se- rán hartos. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaven-
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