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VULGO Y ARISTOCRACIA 239 que hacemos para el cielo; que no vino El a ex- pulsar o exterminar a los filisteos y a los cananeos, como en otro tiempo los caudillos del pueblo ju- dío, para enriquecer a éste y darle posesiones en la tierra de promisión; que no ha ofrecido a sus discípulos el dinero, ni los puestos de sus enemi- gos, ni los placeres en que se gozan éstos, para recompensar servicios que se le hagan; sino que vino .a conquistar las almas para ideales más altos, para bienes más duraderos; que no hay en este mundo riqueza suficiente para pagar como se merece un solo acto de amor de Dios, ni una sola lágrima vertida por El, ni un solo deber cumplido por razones sobrenaturales. Así nos curaremos de la menguada ambición que nos inspira servicios interesados al Rey del cielo, conservaremos nuestra santa libertad pa- ra seguirle con la cruz de nuestros deberes, desecharemos como una blasfemia la inculpación que tantos hacen a la fe y a la religión santa, como si fuera la causa de sus desgracias. Expediente bien cómodo por cierto para disculpar grandes de- saciertos en las cosas humanas, o para justificar vergonzosas claudicaciones en el servicio de Dios, Vulgo y aristocracia No todos los que siguen a Cristo son, por tan- to, verdaderos vasallos suyos. En el reino de las almas hay, como en los reinos terrenos, vulgo y
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