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LOS HIPÓCRITAS Y LOS INTERESADOS 237 nería, sino pulsando esos corazones egoístas y esas almas venales, que todo lo subordinan al lucro de la tierra? ¿No oímos a cada paso decir que los ene- migos de Dios prosperan gracias al dinero que abunda en sus arcas? Y ¿cómo usufructúan ese dinero los que ayer eran de Cristo, sino vendien- do sus convicciones religiosas u ocultándolas para gozar del favor de los que pueden, o de los que tienen puestos que repartir. No podemos negar que las apostasías ocultas y vergonzosas que se registran dentro de la comu- nidad católica, se encubren casi siempre con la ne- cesidad de salir de pobrezas o deshonras u ostra- cismos que a los muy cobardes y menguados se les antojan consecuencias de su fe, y quizá falta de previsión del Monarca a quien en el bautismo prometieron lealtad a cambio, según parece, ¡de la posesión de la tierra! Bueno será que recuerden estos tales que cuan- do la mujer del Zebedeo, madre de los hermanos Santiago y Juan que seguían a Jesús entre los primeros discípulos, se presentó, en nombre de sus dos hijos, pidiendo al Señor que reservara para ellos los dos primeros puestos en su anunciado reino, Jesús respondió, encarándose con los inte- resados hermanos: «¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo de sangre con que yo he de ser bautizado?»; y con- testando ellos que sí, el divino Maestro les repli- có: «Seréis bautizados con mi bautismo y bebe- réis el cáliz que yo he de beber; pero que os sen-
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