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236 REINADO DE JESUCRISTO esposos infieles, a las adúlteras, a los falsarios, a los maldicientes, a los tiranos y a los ladrones? ¿A dónde iríamos a parar si el Maestro, el Reden- tor, el Salvador del mundo no fuera sino un fan- tasma sin autoridad, sin poder para dictar san- ciones al bien y al mal? Junto a estos falsarios de la religión y piratas de la historia, pueden ponerse los cristianos inte- resados; los que buscan en el Rey divino ventajas para la vida de la tierra, y le sirven en tanto en cuanto las hallan, y si no, lo abandonan. ¡Como si no fuera verdad que Jesucristo nació en un po- bre pesebre, y allí fué adorado como Dios; o no dijera nada al interesado corazón de esos eristia- nos la pobreza suma en que vivió con los que le seguían, y el desprendimiento total de cuanto el mundo estima que predicó siempre! ¡No quisieran recordar que con dolores y trabajos, con hambre y sed y fatigas nos conquistó para sí; los falsos cristia- nos esperan del seguimiento de Cristo riqueza, ho- nores, prosperidad material, regalos y gloria; y aún llegan a murmurar de El cuando se les antoja que los malos son en este mundo mucho más felices que los buenos; alargando sus pretensiones hasta hacer a la Religión cristiana responsable de los atrasos de los pueblos que la siguen fielmente; y poco falta a muchos para desertar de las banderas del gran Rey en busca de la mejor fortuna con que el diablo o sus secuaces les brindan. ¿Cómo explicar el desbande de ciertos ca- tólicos de las filas de la Iglesia para asociar- se en sectas tenebrosas, para afiliarse a la máso-

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