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230 REINADO DE JESUCRISTO En cambio, Jesucristo es amado con ternura ine- fable en su ignominiosa Cruz; es amado hasta la adoración. Ningún hombre ha sido adorado si no para ser trasladado vivo desde el Capitolio a la roca Tarpeya y de allí precipitado; como si la ra- zón humana quisiera vengarse de la humillación que padeció al adorar a un mortal. Jesús es adorado hoy como ayer, como el día en que su divina Ma- dre lo adoró Niño hermoso en el pesebre, o cadáver sangriento en el calvario; tiene multitud de almas enamoradas de El, que besan con inefable efusión el Crucifijo, y sólo sienten no poder morir como los mártires para demostrarle mejor su amor. Y, —cosa admirable—, la raza humana que se envi- lece adorando a un hombre, doblando su rodilla ante una estatua de oro o de mármol, se enaltece adorando a Jesucristo colgado de un infamante patíbulo; cuando lo ha adorado, siente sed ardo- rosa de que todos le adoren, y renace en su inte- rior todo lo que es noble y grande, y sabe morir por el último de sus hermanos. ¿ste Divino Rey triunfador tiene sus ministros que con santa osadía han de defender todos los 'aminos por donde El se comunica a las almas, oponiéndose a cualquier poder de la tierra que pretenda interceptar la luz o la gracia de los sa- cramentos y demás medios establecidos para san- tificar al mundo; tiene un Vicario, infalible cuan- do interpreta su Doctrina y su Moral; tiene un cul- to público y majestuoso, que impide las super- fetaciones de la ignorancia y las ilusiones de los fanáticos, y da forma plástica y sensible a una re-
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