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DIOS Y EL CÉSAR 225 pasiones de los hombres ante el reinado de Cristo Bien es verdad que El había asegurado al Presi dente de los romanos que su reinado no era de es- te mundo; es decir, que no se apoyaba en armas y soldados ni en razones ni títulos humanos. Era igualmente claro y atestiguado que siempre se opuso a las pretensiones de los fervientes galileos cuando quisieron levantar su nombre como rey, respondiendo a las aspiraciones patrióticas del pueblo; pero, como Jesús tiraba a dominar las al- mas, y amagaba destruir la tiranía de la política que cerraba el camino de la luz a nacionales y extranjeros, con las miserables glosas talmúdicas con que marginaron la palabra de Dios, los pode- rosos no podían ver con calma el establecimiento del reinado espiritual del Salvador. No es Jesús Rey para estorbar la autoridad legítima de los re- yes ni de los gobernantes; ni tampoco es Rey para favorecerlos en sus pretensiones temporales. El derecho de los reyes y el poder de los que gobier- nan deben estar apoyados en la moral so pena de degenerar en abuso y en tiranía; y la moral de los gobiernos y de los pueblos debe estar fundada en el código de la divina ley, que Jesucristo ha- bía venido a confirmar y a consagrar, sin abolir una tilde de ella. Así es como el Principado de Cris- to está, por un lado, desligado de las soberanías de la tierra, por otro, sobre las mismas sobera- nías porque no nace de ellas, ni estriba en ellas, sino que las potestades de la tierra descansan en la suprema autoridad de Cristo. Así se expresa el Sumo Pontífice Pío XI, citando unas palabras de] 8.—E. be Door.
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