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UN HECHO DE OBSERVACIÓN ÍNTIMA 17 les místicos que hagan desaparecer toda sensación corporal: lo cual quiere decir que el dolor se pro- duce en nuestro ser espiritual consciente, que sufrimos con sólo pensar que sufrimos; de tal manera que se dan casos de neurosis en los que, la impresión agobiadora de un dolor, que no está sino en la imaginación, produce estados morbo- sos aflictivos. De donde se sigue que el dolor exis- te en nosotros, y nos aguijonea de adentro para afuera, y nos hace llorar y nos amarga la existen- cia, y ha compuesto las escenas trágicas que for- man la trama de la historia del doliente género humano. Es éste el triste legado de nuestro primer pa- dre, patrimonio exclusivo del linaje de Adán que hereda una naturaleza viciada y enferma. La fe- licidad de la tierra es dolorosa, porque no se CoOn- cibe sino como resultado de elementos en pugna constante entre sí, que desmienten a quien dice poseerla. En nuestro propio ser donde nos reple- gamos huyendo de lo que afuera nos atormenta, hallamos el antagonismo entre el cuerpo y el es- píritu, como quien lleva lo infinito aprisionado en reducido espacio, y lo que es capaz de poseer a Dios, adherido a un puñado de barro organi- zado. En el mismo espíritu tenemos guerra y Con- tradicción sin tregua: nos atormenta el amor cie- go, el odio cruel, la desatentada alegría, la tris- teza sin razón, el temor vano, la ira furiosa, los deseos insaciables, y las locas utopías. Queremos olvidar lo que nos duele y ese querer nos ator-

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