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TODA RODILLA SE DOBLI 221 pleitesía a su adorable Persona. Llamámosle Rey con la Escritura y la Tradición, por no haber en las lenguas humanas otro nombre que mejor ex- prese su posición respecto de las cosas creadas; pero sabemos que es más que Rey, que es Dios, y a Dios se le dobla la rodilla y se le rinde el alma y el corazón; y todavía sentimos que nos faltan voca- blos para manifestarle nuestra sumisión filial. Somos hechura suya, sacados de la nada: ¿qué homenaje sería excesivo? Ahora bien, «El Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria y majestad, como glo- ria y majestad del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». Busquemos entre todos los señoríos de la tie- rra otro que sea más auténtico y que ostente un fundamento parecido al señorío de Cristo. No le hallaremos. La unión hipostática de la segunda Persona de la Santísima Trinidad con la natura- leza humana singular recibida en el seno de la Hi- ja de cien reyes, es el título más limpio de la so- beranía absoluta que los cristianos todos recono- cemos en Jesús; quien no cree en su divinidad apostata del cristianismo. Supuesta esta razón fundamental de la sobe- ranía de Jesús, podemos alegar otras no menos convincentes para que todo hombre la reconozca. Una es aquella que expresa S. Pablo con vigorosa argumentación: «Porque Cristo se humilló hasta la muerte de cruz, dióle el Padre un nombre sobre todo nombre; y al pronunciarlo caen, rodilla por tierra, los cielos, la tierra y los abismos”. Somos,

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