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DOLOR FECUNDO 209 aceptada en nuestro favor. Este Corazón será nuestro refugio y nuestro consuelo; pondrá en el quebrado sendero de nuestra vida, luz, valor, gracia, con que nos incorporemos a Cristo y en brazos de su Madre resucitemos para el Cielo. Si aceptamos así nuestra Cruz, María, cáliz sacrosanto donde cayó la Sangre Redentora, nos ungirá con ella, haciendo brotar de nuestros ojos lágrimas de arrepentimiento y de reparación. Ella, que es cándido lirio cultivado por los án- geles, clavel perfumado con la esencia del Mar- tirio, nos hará agradables en la presencia divi- na, como solícita Rebeca al predilecto Jacob, y recibiremos la herencia de los escogidos. No te- mamos jamás el sufrir; el sufrimiento diviniza a quien sabe elevarse en él a las alturas donde María padeció por Jesús. Vedla, vedla envuelta en la nube de aflicción más negra y más grande que ha saído sobre pura criatura, y os asombraréis de ver- la más hermosa. Los rayos del divino Sol que la circundan, se transparentan por entre la negrura de su desolación y convierten sus lágri- mas en gotas de rocío como las que la mañana llora sobre las flores, haciendo más vivos los colo- res de la rosa y revistiendo de brillante púrpura a los jazmines. Tal es nuestra adorada Madre al darnos a luz en la aurora de la Redención. - Por eso su llorar la diviniza, y nos subyuga, y nos enamora y nos salva.

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