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> _ EL HIJO DEL HOMBRE 201 nos tuvo a nosotros en un espasmo de angustia incomparable. Somos los hijos de su dolor. Me- ditemos amorosamente lo que costamos a nuestra Madre y lo que a nosotros nos ha de costar ser dignos hijos de Ella. El Hijo del Hombre Uno de los nombres con que Jesús se llamó a sí mismo con más insistencia, es el de «Hiyo DEL Hombre». El era, en efecto, fiador de todo el gé- nero humano; el descendiente de Adán anuncia” do en el momento mismo de la prevaricación, co- mo quien había de quebrantar la cabeza de la ser- piente. Jesús era el hombre perfecto, ideal, tal cual el Creador divino lo había concebido desde el principio. Por ser el Hiyo ver Hombre, era el Hijo de Dios hecho carne en aquella naturaleza humana singular, igual en todoa la nuestra, excepto en el pecado, que no es ley sino que nos deforma y envi- lece. Jesucristo es nuestro modelo; en imitarlo está nuestra perfección. Pues bien, este Hijo del hombre, tomando sobre sí nuestras iniquidades, cuando iba a expiarlas en la cima del Calvario, al volver un recodo de la calle de la amargura encontróse con su Madre Santísima. Esta celestial visión iluminó por un momento sus divinos ojos amortiguados por la extenuación; aquel arranque de maternal cariño inundó de suavidad el alma del Hijo a quien sosten-

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