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194 TRANSFIGURACIÓN DE LA VIRGEN mundo todo. «He ahí a vuestra Madre»; queredla como yo la quiero. Esta fué la última llamarada que dió el corazón de Cristo cuando de amor mo- ría, y con ella consagró la predestinación gran- diosa de su Madre, antes tan desconocida. María descendió del santo monte totalmente transfi- gurada. Cuando Moisés bajó del Sinaí después de hablar con Dios, los hijos de Israel notaron en su frente dos haces de luz que les infundían pavor y santo respeto; más radiante que Moisés estaba ahora María. Jesús había puesto sobre su frente la diadema del martirio, precio de la maternidad que le confiara, y los discípulos de la nueva Ley, al mirarla, se sentían invadidos de la más dulce confianza; se sentían atraídos a Ella, a quien ha- bían visto subir al calvario humillada, avergon- zada ante las miradas impertinentes de los curio- sos, ansiosos de conocer a la desgraciada madre del ajusticiado para escarnecerla. ¡Pobre Madre! Pero, su divino Hijo vindicóla públicamente, seña- lándola a la faz de la tierra como depositaria del fruto de la Redención y fiadora de los redimidos: desde entonces nadie se salva sino por María. Cuidados Maternales La caridad, dice San Agustín, es madre y no- driza. <Charitas mater est, charitas nutrix est». He aquí los oficios que desempeña María San- tísima desde el Calvario. No nos admiremos ya de
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