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190 _ TRANSFIGURA( IÓN DE LA VIRGEN ad blado tormento: por eso Jesús elige amorosamente la expresión que diga la maravilla que entonces obra; y así como había dicho en la Cena, «Esto es mi Cuerpo», «Esta es mi Sangre», con preci- sión soberana, convirtiendo en ellos el pan y el vino, así al decir en la cruz, Esta es la MADRE DE LOS HOMBRES, hizo de María lo que decía. Con- sagró su tremendo sacrificio; hizo sus dolores fecundos e inmortales, y, para llenar el inmenso vacío que con su muerte se producía en el cora- zón de aquella heroica muser, le da por hijos a cuantos El redime, multiplicando así los frutos de su Pasión, saciando las ansias y angustias de María cuando sentía el vacío de Dios. Momento Supremo Todas las madres paren con dolor. María San- tísima fué exenta de esta pena cuando dió a luz a Jesús; pero, cuando nos engendró a nosotros y cuando en el calvario nos dió a luz, sufrió des- garramientos crueles, dolores inenarrables. En la Encarnación, Dios y María dieron con gozo la vida a un Hombre Dios; en la Redención, Jesús y María dieron con dolor la vida a los regenera- dos hijos de Dios; ambos misterios se completan, y nos invitan a pensar en ellos para que podamos apreciar lo que costamos a nuestra Santa Madre, y qué raudales de ternura brotaron de su in- maculado Corazón al pie de la cruz, María se
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