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del 180 E MARÍA AL PIE DE L A CRUZ TRIUNF A_ AI pensación epicúrea del mismo por mayor suma de placeres. En otra parte predican la lucha viril contra la sensibilidad, como sl el corazón huma- no pudiera ser de piedra; cuando todo esto pa- rezca inútil, prometerán magníficamente una era de paz y de felicidad por el progreso de la civili- zación humanitaria; mas como esto no se realiza a corto plazo, no habrá. inconveniente en proclamar, como recurso supremo, el más negro pesimismo, afirmando que la vida, presupuestas sus aspere- 7as, no merece ser usufructuada, y Se procla- mará la santidad del suicidio. Para esto se borra antes a Dios de la mente de los que padecen recalcando la idea de lo vano de la esperanza en otra vida mejor; 0, si no, se acude al postulado del socialismo, dictando pomposamente la ley de la solidaridad humana, para que suframos hoy en beneficio de los que vendrán mañana, y éstos en favor de los que llegarán más tarde. Palabras al- tisonantes, vacías de sentido y sin valor moral alguno. Así anda el mundo de espaldas a la Cruz del Redentor, clave misteriosa que resuelve para ada uno el problema de sus penas, y para todos la santidad de la vida purificada por el dolor. Atengámonos a la Cruz; meditemos en su eterna victoria sobre el mundo y el pecado. Paremos la consideración en esa Mujer maravillosa transfor- mada en reina y señora de los mundos redimidos en virtud de la omnipotencia del dolor suyo y del de Jesús. No es María en sus dolores la estatua pagana de Niobe que se petrifici ante la muerte de los que ama; no: es la Virgen de la Piedad, que

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