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178 MARÍA AL PIE DE LA CRUZ TRIUNFA cípulo». Ved ese hombre, tal cual lo presentó al pueblo el juez inicuo que lo sentenció: es el Hom- bre, el hombre con todos sus dolores y tormentos, es el representante de la especie humana doliente. Ved esa mujer: es la Mujer; la mujer con todas las ternuras y con todas las angustias de madre; es la representante de cuantos por Jesús sufren, ago- nizan y mueren. El dolor es el rasgo más saliente de la vida de Hijo y Madre; no nos quejemos más de que «el vivir sea padecer», porque el vivir de Jesús y de María fué padecer. Los Misterios de la Encarnación y de la Redención están sujetos a la ley del dolor; de tal manera se entrelazan los dolores de Hijo y Madre, que en el momento mis- mo en que Jesús comienza la vida, andando a pa- sos contados desde el pesebre a la cruz, María comienza la heroica renunciación de aquel ser querido, en cuyas ternuras experimenta la hiel de la muerte, tramada por sus enemigos en cuanto lo vieron nacido, y que ella vió llegar fatalmente entre escándalos farisaicos y envidias miserables concitadas contra el divino Maestro. Llegado el instante del suplicio, Jesús fué la Víctima cruenta; la Virgen fué la víctima incruen- ta; si todas las heridas que desgarraron al Hijo hubieran lacerado el cuerpo de la Madre, no. ha- bría podido ésta sufrir más que lo que sufrió re- cibiéndolas en su alma. *
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