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EL DUELO DE LA CREACIÓN 175 por el dolor, humillada por la calumnia, pisada por tremendas injusticias, pero las criaturas inferiores no se conmovieron poco ni mucho; las olas del océano tragaron incontables despojos humanos y... siguieron bullendo clamorosas en su lecho de arena; la tierra recibió en sus entrañas millares y millares de cadáveres y. . .prosiguió ger- minando flores y espinas; el viento dispersó el so- nido de sus lamentos, y el fuego calcinó sus hue- sos secos y los redujo a cenizas: había perdido su cetro. Cuando Jesús muere, cuando su cuerpo se de- sangra en la cruz; y su alma con la vista de su adorada Madre, y su corazón con la previsión de la ingratitud de los redimidos, sufren, la naturaleza toda escucha temblorosa aquellos gemidos sobe: ranos, y llora y cruje de espanto. Más fuerte que los gritos del remordimiento que clama en la con- ciencia de los asesinos, «Vere Filius Dei ERAT ISTE>», proclaman la misma verdad las águilas que asustadas salen de los peñascos quebrados, y los aullidos de los chacales. El mar y la tierra tiem- blan unidos por el espanto. Lanza Jesús su últi- mo suspiro, y las criaturas responden leales a su Rey y Señor. La tierra siente el calor de la sangre divina que absorbe en sus entrañas y se estreme- ce, como declarándose impotente para soporta el peso del árbol de la Redención. El velo del tem- plo de Jerusalén rásgase de arriba abajo, como la vela de un barco azotado por el huracán que lle- va al pueblo judío al naufragio de su historia y de sus esperanzas. Cuando los hombres y los
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