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12 INTRODUCCIÓN dable al común de las gentes que se usan: en- tiendo que éstas leerían más a gusto novelas trá- gicas en las que el dolor se presenta siempre co- mo en escena y se desarrolla lejos de la esfera de nuestra existencia personal. Aun puesto a morali- zar, se me entendería mejor si hablase de purifi- caciones teosóficas, de concentraciones mentalis- tas o de ocultismos recónditos y misteriosos en los que el espíritu se transforma pasivamente, sin exigencias de esfuerzos y de abnegación. ¡Vaya usted a convencer a las generaciones presentes de la profunda verdad filosófica y teológica ence- rrada en la inmortal frase del Dante, que «el in- fierno es obra del primer amor», que el Señor re- curre a él como al supremo artificio del que ama para apartar, a tiempo, de la desgracia a hijos rebeldes que quiere, con verdaderísima voluntad, salvar, cuando los dolores y limitaciones tor- turantes de esta vida no consiguen hacerles mi- rar al cielo! ¡Hipérboles, exageraciones, negación de la bondad de Dios: el dolor no puede entrar en los planes del Buen Dios! Pues bien, creo que jamás insistiremos bastan- te en el magnífico realismo cristiano ante estos espíritus eternamente prendados de cuanto sig- nifica novedad, melancólicos a lo pagano, y que lo sacrifican todo a la sensualidad disfrazada a ve- ces con bellas formas, pero siempre denunciadora de la sistemática resistencia a la abnegación cris- tiana que levanta y hace de esta vida palestra gloriosa con que se gana la otra. Prediquemos oportuna e importunamente a

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