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170 MARÍA AL PIE DE LA CRUZ TRIUNFA Por el Verbo de Dios se hizo todo lo que fué hecho, dice San Juan: y sin El nada fué creado; para la virtud creadora de Dios Padre es el Hijo soberano instrumento ejecutor, como lo es el bra- zo para el cuerpo con que el hombre ejecuta los planes de su cabeza y los deseos de su corazón. Cuando el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, ejercitó aquel poder mediante la santa humanidad recibida de María Santísima. Pero para salvar al mundo manchado con tan- tas iniquidades, convenía, dice San Pablo, que el gran Pontífice fuera Santo, inmaculado, sepa- rado de los pecadores. ¿Cómo hubiera redimido al mundo estando Jl contaminado? Dios, pues, hizóse hombre, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, anticipándose a la pureza y santidad del Brazo de Dios humanado, la pureza inmacula- da de la Madre que le había de recibir en su seno y revestirlo de nuestra carne. Fué, por lo mismo, también María, pura, santa, incontaminada y separada de la masa común de los pecadores. Dad- me un punto de apoyo, decía Arquímedes, y una palanca, y yo levantaré el mundo. He aquí lo que la ciencia soberana de Dios ejecutó de modo ex- celente. Puso fuera del mundo un punto de apo- yo; preparó a María como una creación especial hecha de intento para la obra de la Redención, harto más asombrosa que separar de sus quicios el planeta que habitamos, y el Verbo divino se hizo carne en María; ahí tenéis la palanca apro- piada para el sublime esfuerzo de la expiación;
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