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A EL BRAZO DE DIOS 169 sobre su maldecida frente cayó el peso imponde- rable de la sangre del Hijo de la Virgen; del mismo con que se le había amenazado en el Paraíso. Pe- ro su orgullo lo cegó, y no paró su atención siquie- ra en aquella Mujer admirable de la profecía, que, desafiando toda la conjura del infierno con- tra su divino Hijo, estaba al pie del patíbulo, fuer- te y generosa, como en su puesto de honor, dis- puesta a cumplir su misión. El mundo y el demo- nio y todas las furias y pasiones amotinadas con- tra el Santo envolvieron a María en el deshonor de Jesús; allí parecía Flla fracasada como mujer y como Madre; rozando su rostro virginal pasó el turbión infame de insultos, blasfemias, golpes y tormentos que hicieron horrorosa la muerte del divino crucificado; nadie la considera, todos la desprecian; mientras María, envuelta en trágicas tinieblas, quebranta la cabeza de la serpiente, y vence al enemigo de Dios y de los hombres. El brazo de Dios ¿Queréis ver más en particular ahora los sobe- ranos designios de Dios sobre la Virgen al traerla amorosamente a la cima del calvario? Ya in- diqué poco antes que el Verbo de Dios es llama- do en las SS. Letras como lo llamó la Virgen en el sublime cántico del Magnificat, cuando dijo: Dios hizo alarde de la potencia de su Brazo, y desbarató todos los planes de los soberbios
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