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_LA OBRA DE DIOS : 167 bendice a los hombres; no solamente evoca la gracia, la belleza, el candor virginal y la pureza y la santidad de Dios, sino también su poder, su fuerza y la omnipotencia de su brazo. Nunca la Virgen aparece más sublime que en ese abatido puesto de honor que ha tomado en el campo de la Redención, donde fueron vencidos el demonio, el pecado y la muerte. Es ahí la Reina del mundo por el dolor. Está de pies, sola y desamparada, huérfana en medio de la más espantosa desola- ción; pero está asociada a la hazaña más grande que vieron los siglos; ha quedado en pie para dar testimonio de la divinidad de su Hijo, de la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte. Su dolor es omnipotente; con el de Jesús, es la redención de los dolores humanos, y ha pe- sado más en la balanza de la Justicia incorrupti- ble que los crímenes de la humanidad entera. En Jesús y EN MARÍA EL DOLOR SE ELEVA A SU MÁS ALTO GRADO. APRENDAMOS AL PIE DE LA CRUZ LA OMNIPOTENCIA DEL DOLOR CRISTIANO. La obra de Dios Pueril empresa fuera, discurre Fr. Luis de León, para el Hijo de Dios manifestarse en la tierra conquistando riquezas, o derrocando imperios, co- mo Creso, Artajerjes, Alejandro o Napoleóm Más que eso era el Mesías prometido. ¿Tan grande va- lentía es dar muerte a los mortales o derribar al- cázares que se caen solos, que fuera digno de Dios
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