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AUGURIO DE GRACIA 161 nados por su Hijo sacrificado, a quien nadie lle- gará jamás sino por María, cuya Sangre no pu- rificará a nadie sino mediante la intervención de María. Del costado de Cristo, abierto por la impía lan- za de Longinos, manó Sangre y agua, símbolo de purificación y redención. De aquella herida brotó la Iglesia con sus Sacramentos purificadores y expiadores, comenzando la generación de los san- tos; al pie de la Cruz nació también otra preciosa fontana de sangre y agua cristalina, mientras la purísima Virgen era sacrificada a una con Jesús. Sangre de María era la Sangre de Cristo, y los ojos de María la mezclaron con las lágrimas más puras derramadas por Dios, las únicas que pu- dieron llorar dignamente los tormentos y la muerte de Dios. Por esto Dios, que más que nadie sintió la hon- da tribulación de aquel corazón estrujado entre la Cruz y el suelo, supo y quiso, como Dios, com- pensarla dejando confiado a su corazón maternal el éxito del tremendo Sacrificio. Desde entonces es la intermediaria entre Jesús y los pecadores. Y a quien parezca exagerada tan amorosa pre- rrogativa de María, piense en el subido precio que le costó: mire atentamente y considere a esta pobre Madre viva y sacrificada junto a los res- tos maltratados de su Hijo muerto. 6.—E. be. Door.
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