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154 MARÍA, SIGNO DE REDENCIÓN pecados del mundo; y así se verificó que la Vir- gen Santísima concibió y parió una Víctima: La Víctima. «María, decía Bosuet, es Jesús comen- zado»; es lo limitado y humano que en Jesús se elevaría a lo infinito y divino; en Ella comienza la Redención que Jesús ha de concluir. Por lo mismo la Virgen es participante del sacrificio del calvario, no sólo por haber dado el cuerpo y la vi- da a Jesús, sino porque entró de lleno en el mis- terio del orden moral y sobrenatural que aquel encierra, tomando en la Pasión y en la muerte de su Hijo parte personal muy activa y muy dolo- rosa: se inmola Ella a una con Jesucristo, y así queda como divinizado lo que del alma le dió Ma- ría; su amor, su voluntad; como por la Encarna- ción quedó divinizada la carne que de Ella había tomado. María da y recibe: da sangre y amor purísimos, recibe sangre y compasión infinitas. Jesús y María ofrecen al Padre Eterno lo suyo y lo que recíprocamente se comunican, e integran la Re- dención. La inmolación espiritual fué en la Virgen tan secreta, que apenas podemos estudiarla por entre algunas lágrimas penosamente vertidas de sus celestiales ojos, bajo la presión tremenda de la inmolación de Dios, verificada en su presencia; pero, secreta y terrible, es tan característica de María, que sólo Ella podía ofrecerla, puesto que se deriva toda entera de la de Jesús, causante del martirio de su Santa Madre. .*s

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