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MARÍA AL PIE DE LA CRUZ 139 antes de consumarse la Redención, María estu- viera presente para pronunciar el poderoso Fiat entregando a Dios y a los hombres lo suyo: la vi- da*preciosa de su divino Hijo. Así como en el orden de tiempo y de plenitud María fué la primera redimida, así en el momento solemne de la realización del sangriento holo- sausto, María fué la primera ungida con la San- gre preciosa; en Ella comienza un mundo nuevo; es Ella el primer eslabón de esa cadena de pre- destinados por la adopción divina formada por la fraternidad en Jesús, hijo de la Virgen, y he- redero natural de la gloria. Nadie más que María logró noticias de estos misterios al pie de la Cruz. Los verdugos veían un criminal vulgar en Jesús, con cuya ejecución, justa o injusta, ellos ganaban un miserable sala- rio; los judíos nacionalistas veían un traidor, ajus- ticiado por querer entregar y falsear las esperan- zas de su pueblo y su independencia; los fariseos, un temible competidor de sus doctrinas, entonces humillado y vencido; los Doctores y escribas un Rabbi fracasado; los extranjeros y curiosos, un hombre muy popular, pero de poca suerte y mala causa. Los amigos y discípulos vieron en Jesús Crucificado el derrumbamiento de un mundo de gratas ilusiones. Pero su Santísima Madre vió en Jesús moribundo, ultrajado y desfigurado, al Hijo de Dios y suyo, redimiendo a los hombres. Para verlo, necesitábanse sus mismos ojos, poder mirar a través de sus maternales pupilas; sola- mente así podríamos reproducir en las nuestras
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